Declaración de la Junta Directiva de la Asociación de teólogos y teólogas Juan XXIII ante la Nota de la Comisión permanente de la Conferencia Episcopal Española sobre las próximas elecciones generales
La Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española sobre las próximas elecciones generales, fechada el pasado 30 de enero, ha agudizado el malestar y la confrontación que, desde hace meses, existe en la sociedad española entre la Iglesia Católica y el Estado. Con el deseo de aportar elementos de juicio para los ciudadanos y las ciudadanas, la Junta Directiva de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII quiere manifiesta lo siguiente:
1. Pensamos que los obispos hacen bien en recordar que “los católicos pueden apoyar partidos diferentes y militar en ellos” y que “no todos los programas son igualmente compatibles con la fe y las exigencias de la vida cristiana”. Los obispos son ciudadanos del Estado español y, como tales, pueden expresar en público sus puntos de vista sobre los asuntos que ellos crean convenientes, al igual que los demás ciudadanos.
2. Ahora bien, además de ciudadanos, los obispos son los dirigentes oficiales de la confesión religiosa con mayor implantación en la sociedad española. Lo cual conlleva, entre otras cosas, que ellos tienen una influencia especial sobre las conciencias de los creyentes católicos. En consecuencia, sus directrices relacionadas con las opciones políticas corren el peligro de influir en muchas personas se ven en la difícil situación de tener que pensar y actuar de una forma como “ciudadanos” y de manera enteramente opuesta como “creyentes”.
3. Es lo que está ocurriendo en este momento en la sociedad española. Los obispos se han alineado con la derecha política más extrema, como ha sucedido en otras ocasiones, por ejemplo, en la Concentración de la Familia Cristiana el 30 de diciembre de 2007. Con este proceder están acentuando la brecha que se ha abierto entre españoles de ideas políticas distintas o contrapuestas, perjudican gravemente la convivencia cívica, e incluso dañan a la propia Iglesia católica, ya que de lo dicho por ellos parece desprenderse que sólo pueden ser buenos católicos quienes votan al PP. Lo cual es como afirmar que los católicos, o son de derechas o no pueden ser católicos.
4. Como ya es habitual en este tipo de documentos, los obispos utilizan argumentos políticos para justificar sus posiciones, sin referencia alguna a las orientaciones y actitudes evangélicas. Lo que lleva a mucha gente a pensar que intervienen en la campaña electoral.
5. Nos parece inaceptable que los obispos hagan uso del tema del terrorismo en la citada Nota y lo conviertan en arma electoral arrojadiza contra el Gobierno, sin aportar propuestas de paz ni proponer caminos de reconciliación.
6. En contra de lo que afirman en el número 7 de la Nota, creemos que tanto la legislación vigente como los poderes públicos respetan los sentimientos religiosos de los ciudadanos, así como la libertad religiosa, y facilitan el estudio de la religión católica en el marco escolar para quienes deseen cursarla libremente. Creemos, asimismo, que la asignatura de Educación para la Ciudadanía pretende ofrecer una educación cívica en el respeto a los derechos humanos y no entra en la esfera de la conciencia personal ni lesiona el derecho de los padres.
7. Las cuestiones morales que los obispos señalan en la Nota como incompatibles con la fe cristiana no cuentan con el consenso ni de la comunidad creyente, ni de los teólogos católicos, ni siquiera de todos los obispos. Temas como los modelos de familia, la concepción del matrimonio, la legislación sobre el aborto o la eutanasia son “cuestiones disputadas” sobre las que hay una pluralidad de opciones entre los propios católicos.
8. Después del concilio Vaticano II, la Iglesia católica tomó conciencia de la necesidad de situarse en el seno de las sociedades democráticas, pluralistas y laicas, valorando positivamente la secularización, reconociendo la autonomía de la política, respetando el Estado de derecho y sin pretender imponer su modelo de sociedad. Se ponía así fin a la larga época de Cristiandad, que los obispos españoles parecen añorar.
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